jueves, 28 de agosto de 2014

La isla de los volcanes

Siguiendo con mi tendencia a mimetizarme y empatizar con las ciudades que visito, en mis vacaciones a Lanzarote me salió un orzuelo. Ya lo estaba incubando unos días antes y al llegar allí, entró en erupción. Por dios, qué cráter se me formó. Y qué dolor. 

Después de unos días ignorándolo (suelo ignorar las cosas negativas hasta que me estallan en la cara, y nunca mejor dicho), mi amiga me dijo, te voy a llevar a urgencias para que te lo pinchen. 

- No mujer, como vamos a ir a urgencias por un orzuelo. 
- Pero es que eso ya no es un orzuelo. 
- Yaa, esto es más que el Timanfaya y el Volcán de la Corona juntos en el punto de máxima ebullición. Mientras no me cobren por un pasajero más cuando volvamos en Ryanair... Voy a ver si con el chorro fuerte de la ducha le ayudo un poco a romper...

Pero nada.. Cualquier manipulación era inútil mientras seguía creciendo..

Así que ese día nos fuimos a ver la Cueva de los Verdes y comimos en Teguise. Y, a la vuelta hacia Puerto del Carmen que era donde nos alojábamos, fuimos al centro de salud. Creo que había tres o cuatro personas esperando pero, nada más verme la de la ventanilla casi grita: pero hijaaa, pasas ahora mismo! Me tomó rápidamente los datos: desplazada de vacaciones, etc.. Y oigo un timbre y veo que una puerta se abre ella sola...

- Ya paso?, pregunté
- Si, miniña, ahora mismo. Has venido sola?
- No, mi amiga está aparcando. (pienso, por qué me pregunta si estoy sola, ¿será grave la mierda esta?)
- La primera puerta a la derecha, guapa. 

(lo de guapa...no sé yo...con este Monte Igueldo aquí en la cara)

Oye qué gozada entrar en el médico y no tener que contarle lo que te pasa y sea tan evidente que con el primer pie en la sala la doctora se levanta 

- Eso hay que drenarlo, túmbate en la camilla. 

Yo mientras intento explicarle... Pues llevo unos días con la crema ya en Madrid, pero en estos días se me ha puesto así...

Ella parece que no me escucha mucho y está sumamente concentrada poniéndose los guantes de latex y en hacerme la limpieza previa a la intervención del ojo, con gasas y suero. 

Veo que coge una aguja y cierro los ojos con todas mis fuerzas.

Agujas en los ojos. 

- Ahora no muevas el ojo. 

Ya te digo. Basta que te digan, no muevas algo para que todos los movimientos involuntarios del cuerpo se pongan en marcha...

- Igual te duele un poquito. (eso no me asusta, mi umbral del dolor físico ((y psíquico))es bastante alto)

Siento un pinchazo pequeñín. 

- "Creo que no voy a poder limpiarte todo porque el párpado se ha inflamado"
- Ay, quítame todo de una vez, por favor, - supliqué

Y empieza a estrujar y entonces sí que me muero de dolor hasta que incluso levanto las piernas de estremecimiento y emito varios ays..

Vuelve a la mesa mientas me incorporo medio mareada. Me entrega el informe y me dice que me dé una crema durante 3 días. Le digo, soy alérgica a la penicilina, ¿podré usar esa crema?

- Pero si me acabas de decir que no eres alérgica a nada
- Perdón, es que me estaba mareando un poco y no me he enterado. 
- No pasa nada. Sí, puedes usar la crema.. Aquí tienes el informe

Tengo que decir que la doctora era guapísima y de lo más dulce... Y que el agua del mar hizo milagros para la curación definitiva. 

Pd. Espero que nadie haya estado ingiriendo alimentos mientras leía el post.. 




lunes, 25 de agosto de 2014

Sweet Heart

Cuando queremos bloquear o anular uno de nuestros sentidos, es sencillo y casi siempre basta con tapar los órganos o apéndices que lo permiten.

Si no queremos ver nos tapamos los ojos o los cerramos bajando las cortinitas de los párpados.

Con el gusto no comemos, no chupamos, no saboreamos. Cerramos la boca.
En el olfato requerimos de la ayuda de las manos, al igual que en los oidos, para salvarnos de un olor desagradable o un sonido horrible. 
Y evitamos el tacto en la omisión de movimientos o esquivando movimientos ajenos.

Podemos conseguir así, con mayor o menor acierto y rapidez, bloquear nuestros sentidos a estímulos externos. A veces, estos procesos son automáticos e instantáneos, pareciendo que fueran órdenes que no han pasado por el cerebro. Todo un  don, esa capacidad de auto-protección ante el mundo exterior hostil. 


¿Pero cómo podríamos evitar sentir? 


¿Es el corazón nuestro órgano encargado de originar y emanar amor? Entonces, ¿cómo lo tapamos, cómo lo protegemos?


¿O es un proceso mental procedente de una asociación de ideas, de una unión de elementos que, precisamente, nos llegan desde los sentidos? Su olor, su voz, la visión de su rostro... En ese caso, bastaría salir a la calle con los ojos vendados y tapones en los oidos. 


Aquí nos damos con la trilogía pensamiento - emoción - acción. Según ese principio, toda emoción viene precedida de un pensamiento asociado a la realidad o situación que se está viviendo, visualizando, percibiendo a través de nuestros sentidos. 


Pero...A mí esa explicación se me queda corta... Racional, desde luego. Pero corta. Y sosa. 


El amor llega directo al corazón, como una mazazo. Una flecha, en definitiva. Ahí, me temo que no puedo decir nada original. 


Entonces, volviendo a la pregunta inicial. ¿Cómo lo protegemos sin que haya bloqueo? ¿Cómo salvarlo sin anular sus capacidades y la luz que puede emanar?










domingo, 10 de agosto de 2014

miércoles, 6 de agosto de 2014

Feliz Cumpleaños en Lisboa II: las secuelas del terremoto


A veces las ciudades transmiten su karma y al visitarlas causan efectos inmediatos.

No podría haber imaginado que tras los agradables momentos con la dulce Beatriz y, a mi llegada a Madrid, se produciría uno de los mayores terremotos de mi vida.


El golpe sísmico de Lisboa en 1755 fue uno de los más destructivos de la historia, falleciendo más de 90.000   personas y dejando a una ciudad próspera que servía de enlace mercantil entre América y Europa, en la más profunda miseria, de la cual no ha terminado de salir. Los daños por las ondas afectaron a varias ciudades   spañolas, como la caída de una torre de la catedral de Valladolid y daños similares en ciudades colindantes,   maremto de Cádiz, Marruecos, etc.. A partir de ese momento, se lanzó el estudio científico de estos fenómenos. Y, social y culturalmente, azotó a las mentes de los grandes filósofos y pensadores de la época, como Kant y Voltaire.

Los mayores daños vinieron tras el tsunami. Durante dos horas, el Océano Atlántico retrocedió dejando visibles todos los restos de cargamentos perdidos, animales y naufragios antiguos… Después, las aguas volvieron para tragarse la ciudad.


La gloria que saboreé en los días de mi estancia en Lisboa no solo estaba acompañada por la sincronía que viví con Beatriz. Eran momentos en que, a mi vuelta a Madrid me esperaba el amor verdadero. La vería dos días después de llegar, para celebrar mi cumpleaños.

Pero absorbo enormemente las energías y karmas ajenos. Y traje en mi pecho la vibración callada que precede a la catástrofe.

Fui demasiado ingenua y no vi las señales de peligro. Cuando, después de meses, las aguas retrocedieron, por fin, ante mis pies y vinieron los sones de caracolas, me quedé escuchando, bailando, riendo…

Lo que te da la vida, la vida te lo quita

Las aguas van y vienen.

Los pescadores me decían que no eran cantos de sirenas, que eran gritos amenazadores, que corriera.

-      - ¿Me quieres y no me has hecho esto?
-      - Lo haré, lo haré, lo haré, estoy llegando de Lisboa. No habrá nada que pueda frenarnos.
-      - Sí, ven ya. Solo deseo besarte y besarte. Eres una mujer maravillosa.
-      - Estoy llegando, estoy llegando, mi amor.
-      - Lo siento, demasiado tarde. O demasiado pronto.
-      - Pero ayer dijiste… Y tenía una sorpresa preciosa para ti
-      - No me gustan las sorpresas con tanta preparación
-      - ¿Al menos te puedo entregar mi regalo de Lisboa?
-      - Lo ves, el regalo lo dice. No hay nada que hacer.
-      - ¿Y mi regalo de cumpleaños?
-      - Lo siento, perdóname, pero será mejor que no hablemos hasta que yo quiera.

Solo recuerdo un zumbido con olor a sangre que atravesó mi pecho y mi cabeza, antes de que la llegada de las olas me descuartizara por completo.

Siempre me ha sorprendido mi capacidad de recuperación o transmutación de las cosas dolorosas que me pasan. Ella solía decir que no era sensible, que no sentía el dolor porque no podría ser tan fuerte. Cuando lo estoy sintiendo  continuamente. Vamos, no es sentir el dolor a lo tonto, que sería masoquismo o trastorno mental Es una una hiper- sensibilidad o empatía con todo lo que sucede a mi alrededor. Tal vez, por eso, aprendí desde hace mucho a sentirlo y a dejarlo ir y no apegarme. De lo bueno y lo malo, sí, bastante zen.

A la orden de “vamos”, mis trocitos se fueron juntando y mi enorme habilidad nadadora me llevó a un sitio seguro. Escribo desde una montaña donde puedo ver la costa, miro el agua en el que floté estos meses y que mis pulmones respiraron del todo en un solo segundo. Y sonrío mientras saboreo aún el sabor de la sal en mis labios. 


lunes, 4 de agosto de 2014

Feliz Cumpleaños en Lisboa

Aunque han pasado varios días, y como la Navidad, hablar de ello después, no pega mucho y hasta empalaga, me gustaría contar un par de cosas de mi viaje de trabajo a Lisboa.Tenía que estar para varias reuniones con nuestra filial portuguesa el 28 y el 29, lunes y martes. Y como no conocía Lisboa, aproveché para ir el domingo y pasear tranquilamente y conocer la ciudad.

La directora de allí, desde el principio se ofreció a recogerme en el hotel y llevarme a cenar a un sitio típico. Beatriz es una persona encantadora, con una energía de simpatía y buen rollo permanentes. Es de esas personas que, a pesar de haberla visto 2 ó 3 veces, te saludas con un abrazo mientras acompañas los dos besos en ambas mejillas. De esas pocas veces que la había visto, siempre me dio la sensación de que podía entender. Y estaba segura de que tras estos días en Lisboa, tendría más información.

Pues bien, a las 20:00 horas del domingo estaba puntual en la puerta del hotel. Me dio unas cuantas vueltas por lugares que ella consideraba de interés turístico mientras me explicaba datos del bestial terremoto. Mientras, íbamos intercambiando frases de trabajo y opiniones sobre compañeros. Desde el principio, hablaba con total confianza con ella de todos los temas. Tiene el don, al menos conmigo, de hacerte sentir bien.
Entre medias de distintas frases, salió el tema de nuestra edad y de nuestro estado “acivil”: solteras y sin compromiso masculino (en el trabajo estoy armarizada). Tuvo solo una relación masculina durante 8 años y luego nada porque “no tiene tiempo” y se va de vacaciones con amiguitas y estas cosas.

Ella 35 y yo 41. Ella rubia, algo más bajita que yo y un poco rellenita. Yo morena y más alta y esbelta. Ella Aries y yo Leo. Es decir, todos los datos apuntaban a lo inevitable: pareja perfecta. 

Por qué no? Cansada de los mitos de que hay que ver estrellitas que no te llevan a ningún sitio más que a estrellarte. Asumo una visión pragmática del amor. Alguien con quien estás muy a gusto, puedes ser tú misma sin sentirte juzgada y que te provoca deseo. Y ella me lo provocaba. Lo demás son pajas mentales y cuentos de hadas infantiles. 

Yo le comenté que había estado por la mañana en una iglesia   (cuando visito una ciudad me gusta entrar unos minutos en alguna iglesia o en la catedral. No soy cristiana, pero me gusta la estética, el olor a incienso, el silencio, la energía que se respira. Y, sí, me considero espiritual filosófica, con ansias de sentir la trascendencia aunque no ligada a una religión concreta. Y, en todo caso, estaría mucho más cercana al budismo, taoísmo y todas esas disciplinas orientales etéreas… )  y entonces ella me preguntó si quería conocer Fátima. Todo esto, mientras ya comíamos unas almejas en el restaurante típico que estaba a las afueras. La verdad que me encantó la idea, conocer ese lugar tan espiritual y pasar con ella un agradable trayecto en coche con la cena correspondiente.

Y así fue.  Una velada deliciosa en el día anterior a mi cumpleaños. Maravillosa conversación en el camino de ida. Total comunión de almas y sonrisas mientras sonabas las campanas de Fátima. Caminando hacia el templo, una misa en la que llegamos en el momento en que pronuncian “la paz sea contigo, démonos un abrazo". Y yo, algo comedida, le entregué mi mano mientras ella ya estaba posando sus brazos en mis hombros. Durante unos minutos estuvimos solas en el templo. En ese momento se paró el tiempo. El silencio y su presencia hicieron una energía única y casi mística que no olvidaré.

Después fuimos a cenar, lástima que no bebió porque tenía que conducir más de una hora. Estoy segura de que podríamos haber intimado un poco más. Yo sí bebí, un vino que llaman verde. Es una modalidad del blanco con un poco de aguja y menor gradación. Ella alabó la foto de una tortuga que tengo en el móvil porque adora las tortugas. “Qué casualidad, una de tantas”. Y es verdad, que coincidíamos en muchas cosas y, muchas de ellas, muy profundas. Dijo que era muy elegante y sensible y yo le dije que tenía unos ojos preciosos. Hablamos de nuestros padres, de nuestros sobrinos, de la bondad, del sexo, de la evolución animal,... En fin, bastante completa la conversación.  Tonteamos con eso de que si ella hubiera bebido habríamos tenido que coger un hotel en Fátima para volver al día siguiente. 

Cuando regresamos eran ya casi las 12 de la noche del 28, y el 29 era mi cumpleaños. Le volví a agradecer su compañía y las veladas que me había proporcionado en estos días y sobre todo en las horas anteriores a mi cumpleaños. Me dejó en la puerta del hotel y nos dimos un suave beso en la mejilla. Solo uno. Yo de agradecimiento y ella de cumpleaños. 

Hay momentos y días mágicos, con gente única. Momentos que no se repetirán. Y esos son verdaderos milagros.