domingo, 21 de septiembre de 2014

Otoño en El Corte Inglés

Para mí, la entrada en el otoño siempre tiene algo inquietante, algo oscuro y hasta tenebroso.

Abandonar las eternas horas de luz y calor por un gris y negro que van dominando los tonos y los instantes.

El suave pero continuo mordisco de un perro en tu pecho que va tirando cada día un poquito, el tiempo que, también cada día, va comiendo la noche al día.

Se va nuestro estado natural, que no es otro que el lucimiento de nuestra piel y su disfrute del aire, los rayos solares y los ojos ajenos en nuestros hombros. Pies descalzos y manos calientes deseando tocar, tal vez, arena, o hierba o el sexo de nuestro amor.

En estos meses nos encerramos en abrigos, fulares, chaquetas gordas, y más gruesas barreras del alma. Personajes con vestuario obligado en un escenario de luz artificial y decorados con artefactos que intentar imitar el calor. Creo que es la falta de luz natural y la invasión de bombillas, farolas, tubos, leds, etc lo que me da la sensación de decorado, de irrealidad, del mundo en penumbra y sombras de la caverna de Platón y que solo se muestra tal cual es en los meses de luz natural.


Sin olvidar las festividades que acompañan a estos meses y que partiendo de esa aceptación de la oscuridad se acaba buscando la luz de lo que sea (Halloween, Navidad…), hasta de un Mesías que nace.

Tengamos
Busquemos
Arranquemos
Abracemos
Robemos
Añoremos
Deseemos
Besemos
Corramos
Creemos
Creamos
Follemos

Todo para huir de la oscuridad y buscar la luz, como Caroline. 


Pd. No se ha notado nada que soy super solar y que me paso el verano en playas, piscinas, terrazas, Retiros y demás...




lunes, 1 de septiembre de 2014

Heridas

El viernes quedé con mi amiga Cristina para degustar unas copitas de cava en la terraza del Óscar y me dirijo a la escalera mecánica del metro. Voy ligera, llego pelín tarde. Como siempre, ejem ejem.

Cuando me dispongo a poner el pie en el primer escalón de la escalera mecánica para bajar, veo que un señor de pasados 70 años está intentando subir en la escalera de bajada. Se equivocó y, en vez de bajar y volver a subir por la escalera situada a un centímetro (qué fíjate tú lo que iba a tardar, que ni llegaba el tren y, ni que tuviera él una agenda apretada con los agentes de bolsa y directores de los bancos). Llevaba unas bermudas beige, un polo azul marino y sandalias de esas de verano andariegas.

Lejos de renunciar a tal hazaña de subir a contracorriente viendo que lo intentaba y no podía, él se empeñaba mientras yo le miraba esperando, porque si bajaba me chocaba de frente con él, y porque me temía que igual tendría que auxiliarle. Iba a decirle que lo dejara ya, cuando pasó lo que se veía venir. Tropezó y medio cayó, pero al apoyarse con las manos se irguió y ya por fin se resignó a bajar. Bajé tras él y le pregunté ¿está bien?. Mientras se miraba manos y pies, dijo que solo un rasguño en el dedo gordo del pie. Miré y vi un pequeño corte.

-          - Pero hombre haber bajado normal que no tardaba nada.
-          - Ya, es que pensé que me había equivocado. Pero no.
-         -  Pues vaya que le miren el corte e igual se ha hecho daño en el pie aunque no le duela ahora..
-         -  Nooo, no es nada, no sangra

Es verdad, era un corte raro,  no sangraba. 

Entramos en el mismo vagón.

Y me senté frente a una chica guapísima que llevaba un vestido corto. En su rodilla izquierda se veía un amplio círculo rosa en su piel. Seguro que era el resultado de una caída que sangró hace meses. Me fijé porque yo tuve y aún tengo una mancha igual. Tardan mucho en cicatrizar y cubrirse de la piel normal. Son el resultado de aterrizajes forzosos. Pobres rodillas. Si no fuera por las bolsas de hielo y la rosa mosqueta. 

Hay heridas que sangran y dejan señales permanentes.
Otras pueden ir cicatrizando ayudadas de ungüentos, abrazos y caricias.
Otras ni siquiera sangran, porque son por dentro. Y ahí se quedan. O revientan en el exterior.
Hay heridas en la respiración, en las miradas y en los pasos de nuestros caminos.
Heridas futuras que ya intentamos curar antes de que sucedan.
Heridas pasadas, muy pasadas o al punto.
Heridas que mostramos con orgullo de tiritas y mercromina.
O heridas que ocultamos y encerramos entre cuatro paredes.
Heridas de idas y de vueltas.

Todos somos lo que queda de nuestras heridas.