sábado, 30 de abril de 2016

Solo un minuto

Son las 10 y media y Eliza logra por fin conseguir asiento en Tirso de Molina, ya lleva más de 20 paradas a sus espadas y sobre sus tobillos. 

Se levantó a las 5 y media de la mañana para poner la lavadora, tender la ropa, levantar a su pequeña y coser el mono de su marido. A las 7 y media entraba en su primer vagón del día con dos mochilas de nylon a cuestas y otra de carne y hueso. No, por qué pensó esto. "Mi niña, mi preciosa niña, no eres una mochila, eres mi vida. Y hoy ni siquiera me ha dado tiempo a ponerte ropa limpia y Dios mío, te puse calcetines diferentes"

Se sienta frente a mí y yo la miro pensando que es la primera mujer de color que veo y que me parece que tiene "mala cara". Sea por el tono de la piel, por su mayor masa muscular, rasgos más amplios y generosos, más brillo facial, ojos y labios grandes nunca me da la impresión de aspecto demacrado o cansado como en una persona europea, con palidez amarilla, ojeras, rasgos caidos, finos. La naturaleza africana y americana es inmensa, grande, abierta y así son la cultura y los cuerpos y rostros de sus gentes. Manos y brazos inmensos y fuertes para dar y recibir. Generosidad salvaje en contraposición, por ejemplo, con oriente y la gente asiática. Donde todo es hacia dentro, comedido, mínimo. Sus,eso sí, maravillosos rituales de movimientos milimétricos. Y sus cuerpos y caras con orificios y pronlogaciones pequeñas, labios y ojos más que finos, mezquinos.. Y brazos cortos, no hay necesidad de dar, ni la hora. (Y que conste que yo soy una fanática de la cultura y comida japonesas; y de su espirtualidad budista, Tao Te King, I Ching.. pero es lo que me sugieren las diferencias de cultura y corporales)

En fin, pensé todo esto, mientras me daba cuenta que Eliza era la primera persona negra, que me podía parecer con ese aspecto de abatimiento, dificil de ver en un rostro de color. 

A las 10 y media solo le quedaba una de sus mochilas. Había dejado la otra y a su niña en casa de una pariente de su país que le pillaba a la otra punta de Madrid. Pero, qué remedio, no tenía a nadie más y no podían permitirse una guardería. Y para aprovechar, después de cruzarse la ciudad hasta la casa de su pariente, aprovechaba y hacía la primera casa de sus cinco diarias. Bueno, en realidad, eran 6 porque también tenía que hacer la suya. 

Eliza no mira su teléfono como todos los que allí estamos. Ni lee. La veo inmóvil, casi muerta con los ojos abiertos. Se le pasa por la cabeza "si realmente es mejor morir que nunca haber nacido". Se evade por un minuto de las interminables líneas de metro, de mirar sus manos agrietadas mientras realiza todas las tareas de limpieza, de cocinar deliciosos platos que ella no podrá disfrutar. "Si pudiera salir de mi vida, aunque fuera tan solo un minuto" 



sábado, 23 de abril de 2016

Perder miedos y ganar dioses

Vuelo Madrid-Palma, diez y cuarto de la mañana, el Airbus toma la última curva hacia la pista de despegue. 

Yo voy sentada en pasillo. 

(Para las idas escojo pasillo y primeras filas, para salir cuanto antes a la reunión que tenga. Para las vueltas, más relajada tras los temas laborales que haya despachado, me pongo en ventanilla para perderme entre las nubes, las puestas de sol, las lucecitas de las ciudades... Así soy, supongo, mitad pragmática mitad soñadora. Y porque lo digo yo, y porque yo lo valgo.)

Pues bien, en ese momento en el que el morro del avión encara la pista de despegue, mi compañera de asiento, la que está sentada en el medio de los tres asientos, se persigna. 

(Me vino a la mente cuando a mí me daba miedo volar y no me persignaba pero mentalmente me encomendaba al universo y la justicia divina. Siendo estrictos, yo comencé no teniendo miedo a volar pero me vino de repente cuándo sufrí un accidente de autobús y simplemente fui hiper-consciente de que cualquier cosa puede fallar en cualquier momento. Y sabiendo lo que pasa  cuando algo falla en un avión... Así que durante un año o dos me duró la hipersensibilidad a cualquier agente que pudiera ocasionar un fallo, vibración, ruido o movimiento en la cabina. Vamos, que cagada todo el viaje. Pero igual que me vino el miedo, se fue un día en el que tuve que embarcar a las 6 y media de la mañana en un vuelo que salía a Las Palmas a las siete. Ni sé a la hora que me había levantado para estar lavada y peinada a las 6 en la T4. Iba con mi jefe a una reunión para cerrar un proyecto muy importante,. Y entre el madrugón, el agotamiento que tenía y el agobio por la executive meeting, por un momento, cuando pasamos por unas turbulencias cuando estaba dormida, medio abrí los ojos y casi pronuncié, "que se caiga ya el puto avión y descansó de una vez-". Oye pues esas palabras a punto de ser musitadas por mis labios, fueron como mi mantra salvador y nunca más tuve miedo a volar. Y es que los miedos son así. LLegan a un punto y cuando no nos pueden joder más, pues desaparecen. Eso sí, automáticamente, aparece otro miedo. Cuando perdí el miedo a volar, apareció mi miedo a tocarte. Después el de besarte. Más tarde, el de tenerte. Para que llegara, por fin, el de perderte..)

El caso es que habían pasado 10 minutos en estos pensamientos y en la espera del avión, "por tráfico aéreo de la base de Torrejón", nos dijeron. Así que esta vez sí comenzamos la aceleracón y el movimiento de espaladas pegadas a respaldos y caras de aceleración, cuando mi compañera se santiguó de nuevo. Ahhh, es que la otra vez ya había caducado porque habían pasado 10 minutos. La buena mujer actualizó su petición al Señor, de hacer un buen despegue de nuevo, por si la otra ya se le había olvidado. 

Pero cual no sería mi sorpresa, cuando mirando por la ventanilla, veo que el que está sentado junto a ella, tiene un rosario plateado de dedo y también se está santiguando!! Mis dos compañeros haciendo invocaciones al Grandísimo! Llevo por lo menos 40 trayectos sin que me haya tocado con ningún católico embarcado y me tocan dos juntos! 

Pues no sé si fue por estos 2 cenizos pero al abandonar el cemento, el avión se movió violentamente, como nunca. Por un momento yo también me acordé de Dios y lo vi diciendo, "pesados, no sabéis que no se molesta por chorradas?? Ahora os vais a enterar!"

Pero bueno, pasó ese momento y Dios se volvió a apiadar de nosotros y llegamos sanos y salvos a Mallorca. 

Es verdad que pensamos "y pedimos" a Dios cuando las cosas están fuera de nuestro control. No practico ninguna religión aunque bautizada católica y simpatizante de budas y taos. Pero creo que casi todos pasamos por momentos, duros, críticos, de supervivencia en los que nosotros no podemos tener el control y lo único que podemos hacer es una invocación. Y no me refiero al Dios de barbas, sino a un padre protector. Si nos viéramos en una situación en la que nosotros mismos no podríamos hacer nada por nuestra vida o la de nuestros seres queridos, supogo que al final, ese tiempo lo dedicaríamos a orar, a rezar, a pedir... 

Pero vamos que a misa no voy a ir. 

Ni a la puerta de tu casa.