Vi las gotitas en sus botas marrones.
No sabía si eran del barro tras la tarde lluviosa o porque acababa de vomitar.
Agachada en el banco, con su enorme melena desparramada por la espalda y sus manos sujetando la cabeza, la VI por primera vez.
Y comencé a sentir algo blando por ella. Ternura, ganas de cuidarla, de acariciar su cabello para siempre. Su (y mi) dureza se habían ido. El amor es blando, escurridizo. Todas las barreras deben caer para que consiga entrar en el pecho.
Miré otra vez su pelo y las gotitas en sus botas. Y sentí amor.
jo Marta! cómo me gusta
ResponderEliminarespero que ella lea esto.
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