sábado, 23 de abril de 2016

Perder miedos y ganar dioses

Vuelo Madrid-Palma, diez y cuarto de la mañana, el Airbus toma la última curva hacia la pista de despegue. 

Yo voy sentada en pasillo. 

(Para las idas escojo pasillo y primeras filas, para salir cuanto antes a la reunión que tenga. Para las vueltas, más relajada tras los temas laborales que haya despachado, me pongo en ventanilla para perderme entre las nubes, las puestas de sol, las lucecitas de las ciudades... Así soy, supongo, mitad pragmática mitad soñadora. Y porque lo digo yo, y porque yo lo valgo.)

Pues bien, en ese momento en el que el morro del avión encara la pista de despegue, mi compañera de asiento, la que está sentada en el medio de los tres asientos, se persigna. 

(Me vino a la mente cuando a mí me daba miedo volar y no me persignaba pero mentalmente me encomendaba al universo y la justicia divina. Siendo estrictos, yo comencé no teniendo miedo a volar pero me vino de repente cuándo sufrí un accidente de autobús y simplemente fui hiper-consciente de que cualquier cosa puede fallar en cualquier momento. Y sabiendo lo que pasa  cuando algo falla en un avión... Así que durante un año o dos me duró la hipersensibilidad a cualquier agente que pudiera ocasionar un fallo, vibración, ruido o movimiento en la cabina. Vamos, que cagada todo el viaje. Pero igual que me vino el miedo, se fue un día en el que tuve que embarcar a las 6 y media de la mañana en un vuelo que salía a Las Palmas a las siete. Ni sé a la hora que me había levantado para estar lavada y peinada a las 6 en la T4. Iba con mi jefe a una reunión para cerrar un proyecto muy importante,. Y entre el madrugón, el agotamiento que tenía y el agobio por la executive meeting, por un momento, cuando pasamos por unas turbulencias cuando estaba dormida, medio abrí los ojos y casi pronuncié, "que se caiga ya el puto avión y descansó de una vez-". Oye pues esas palabras a punto de ser musitadas por mis labios, fueron como mi mantra salvador y nunca más tuve miedo a volar. Y es que los miedos son así. LLegan a un punto y cuando no nos pueden joder más, pues desaparecen. Eso sí, automáticamente, aparece otro miedo. Cuando perdí el miedo a volar, apareció mi miedo a tocarte. Después el de besarte. Más tarde, el de tenerte. Para que llegara, por fin, el de perderte..)

El caso es que habían pasado 10 minutos en estos pensamientos y en la espera del avión, "por tráfico aéreo de la base de Torrejón", nos dijeron. Así que esta vez sí comenzamos la aceleracón y el movimiento de espaladas pegadas a respaldos y caras de aceleración, cuando mi compañera se santiguó de nuevo. Ahhh, es que la otra vez ya había caducado porque habían pasado 10 minutos. La buena mujer actualizó su petición al Señor, de hacer un buen despegue de nuevo, por si la otra ya se le había olvidado. 

Pero cual no sería mi sorpresa, cuando mirando por la ventanilla, veo que el que está sentado junto a ella, tiene un rosario plateado de dedo y también se está santiguando!! Mis dos compañeros haciendo invocaciones al Grandísimo! Llevo por lo menos 40 trayectos sin que me haya tocado con ningún católico embarcado y me tocan dos juntos! 

Pues no sé si fue por estos 2 cenizos pero al abandonar el cemento, el avión se movió violentamente, como nunca. Por un momento yo también me acordé de Dios y lo vi diciendo, "pesados, no sabéis que no se molesta por chorradas?? Ahora os vais a enterar!"

Pero bueno, pasó ese momento y Dios se volvió a apiadar de nosotros y llegamos sanos y salvos a Mallorca. 

Es verdad que pensamos "y pedimos" a Dios cuando las cosas están fuera de nuestro control. No practico ninguna religión aunque bautizada católica y simpatizante de budas y taos. Pero creo que casi todos pasamos por momentos, duros, críticos, de supervivencia en los que nosotros no podemos tener el control y lo único que podemos hacer es una invocación. Y no me refiero al Dios de barbas, sino a un padre protector. Si nos viéramos en una situación en la que nosotros mismos no podríamos hacer nada por nuestra vida o la de nuestros seres queridos, supogo que al final, ese tiempo lo dedicaríamos a orar, a rezar, a pedir... 

Pero vamos que a misa no voy a ir. 

Ni a la puerta de tu casa. 


8 comentarios:

  1. Siempre me gustó viajar. En los aeropuertos he pasado horas maravillosas inventando historias mientras mi vuelo despegaba. Nunca tuve miedo, incluso recuerdo en el viaje de regreso de Ciudad de México decirle a una señora, mire no se preocupe por la gotera, que si es nuestra hora pues es nuestra hora. Hago marcha atrás de esas palabras y no me lo creo. La juventud que atrevida es.
    Ahora si le tengo respeto a los vuelos. No sé si fue la turbulenta del viaje de la Coruña y los rezos para no morir, o la edad, o que viajo sola...pero ya no me divierten los aviones.

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    1. Jajaja, qué curioso, yo en alguno a La Coruña también se ha tambaleado! Sí, las circunstancias en que vivimos cada experiencia cambian y así nuestros miedos, gustos, preferencias, hábitos..
      Besos

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  2. Me encanta volar. Esa sensación de estar 'en las nubes' me apasiona. Yo no vuelo por trabajo, sólo por placer... y lo disfruto. Es cierto que me da un cierto respeto, sí, un instante, ya en el avión, pienso que todo puede acabar ahí. Pero dejo pasar el pensamiento y disfruto del vuelo.

    Eso sí, tras mi comentario a tu post.... reconozco que lo que más me llama la atención es: "Cuando perdí el miedo a volar, apareció mi miedo a tocarte. Después el de besarte. Más tarde, el de tenerte. Para que llegara, por fin, el de perderte.." Ahí lo dejo.

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    1. Me gustan entremezclar conceptos e ideas en los posts. Temas reales con irreales, bruscos con suaves, del múndo físico con el mundo metafísico, corporal con transcendental, contradicciones, ideas que aparentemente chocan o que no tienen conexión pero qe sí la tienen. Creo que eso, como tú dices, es lo que llama la atención y sobre todo, esas asociaciones son las que me empujan a expresarlo.. Ahí lo dejo.

      Vaya, me acabo de sorprender cómo me he sincerado con una anónima

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    2. pues anónimamente... gracias!

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  3. Porque esos miedos tan vitales hacen insignificante o camuflan otros miedos como al de volar

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    1. Sí,..si los miedos están ahí es porque cumplen, como dices, funciones vitales. Y, tal vez, nos protegen de daños o miedos peores.. ((vamos y que una cosa son los miedos que todos tenemos y otro las fobias patológicas, of course))

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  4. Son irracionales, los miedos. Pero se pueden perder muchas energías intentando ignorar el miedo a controlar lo incontrolable y no es muy recomendable...
    Me alegro de que lo tengas superado. El mundo es muy grande para quedarse en casa por miedo a volar!
    :)

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