lunes, 17 de noviembre de 2014

Las batallas

Siempre dejan olor a pólvora y sangre seca

Miembros amputados y órganos deshilachados

Gestos congelados, sorna en sonrisas forzadas

Codos y rodillas sin piel tras arrastrarnos días y noches por las zonas seguras para evitar las heridas

Brazos y piernas entumecidos, columna contraída por aguantar la tensión de la defensa ante los golpes

Eternas trincheras de estúpidas convicciones y esquemas inamovibles

Hastío

Hastío

No hay ganador ni perdedor

La única batalla es con y contra nosotros mismos

Luchamos por nuestros territorios desconocidos

Por conquistar aquello que nos convierte vulnerables

Por dominar el punto que nos vuelve débiles

No aceptamos la debilidad y luchamos

¿Por qué?

¿Es solo un afán de crecimiento?

¿Un mandato de nuestros antojadizos egos?

¿Es el instinto básico de aferrarse a la vida, a la supervivencia?

¿O no es más que destrucción?


Pd. Una vez luché por algo que ni siquiera deseaba





2 comentarios:

  1. Las batallas más duras son las luchas internas, entre nuestro corazón y nuestro cerebro, entre lo que queremos, lo que debemos y la realidad a la que podemos llegar.
    Ser vulnerables nos deja indefensos, y eso provoca debilidad, puntos de flaqueza, por eso queremos ser fuertes y controlarlo todo, pensando que eso nos hará la vida, sino feliz, al menos más fácil.
    Pero al final nadie está inmune a la vida, con sus debilidades, fortalezas, miedos, valentías, y por eso asumimos que a veces hay que luchar no solo por lo que queremos, si no por lo que debemos, aunque no lo deseemos.

    Besos
    Saluditos extremeños

    PD: echaba de menos leerte

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  2. De acuerdo en todo, nadie lo habría explicado mejor :-)

    Pd. Gracias

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