viernes, 17 de septiembre de 2010

Metro de Madrid

Son esas cosas que no sabes si te dan alegría o tristeza.

Las 07:40 a.m aprox. en uno de los pasillos-túneles de Avenida de América. A las 08:00 a.m tengo que estar en la oficina y aún tengo que subir a mi tren y unas 7 u 8 paradas más (la verdad, no las he contado nunca y no lo voy a hacer ahora). Uff, ya llego otro cuarto de hora tarde... Voy corriendo, atropellando a la gente y resoplando y diciendo algún taco cuando alguien se interpone en mi ultrasónica trayectoria.

Un matrimonio de ancianos (seguro que llegaban a los 70 años)se encuentran sentados en uno de los rincones, en uno de los infinitos cruces de pasillos. El anciano llevaba una blaquísima camisa y la esposa un jersey negro. El marido estaba tocando el violín. No reconocí la melodía, pero era como Bach. Suave pero contundente; como un golpe al alma. Ella, lo miraba, no pude ver si cantaba o hacía algo. Con mi velocidad, esta visión fue como una escena fugaz que podría haber arrastrado de uno de mis sueños (en esas franjas horarias aún me encuentro finalizando mi última fase REM). Parecía que llevaban ya mucho tiempo allí. A esas horas!! Pensé, hay que tener ganas para levantarse y ponerse a tocar el violín a estas horas. Parecía que hubieran estado allí siempre. Volví a pensar lo de tantas veces. Quería dejarles una moneda. Siempre llego a tarde a trabajar y cuando veo a artistas en el metro no me da tiempo a abrir el bolso, encontrar la cartera, ver si tengo monedas... Vamos, que se me van dos trenes en ese tiempo.

De vuelta a casa, el mismo camino pero al revés. Giro la esquina x y el matrimonio continua en el mismo lugar. Son las 15:45 horas. Pienso, igual han descansado, han ido a desayunar o a comer. O no. Seguro que no. Son esas cosas que no sabes si te dan alegría o tristeza. Como la melodía de violín, alegre y triste. Me agaché y dejé una moneda de un euro en un cesto de mimbre que se encontraba sobre el terciopelo rojo de la funda del violín. Dentro del cesto había dos monedas: una de dos euros y otra de un euro. La señora bajó la cabeza y me dijo "gracias" con acento de país del este. Yo sonreí y dije "gracias".

No hay comentarios:

Publicar un comentario