martes, 28 de septiembre de 2010

Wordless

De todo lo que se le vino a la cabeza, sólo emitió un balbuceo. Siempre parecía muda o estúpida. Pero no le molestaba, formaba parte de su juego. Así nadie podría exigirle nada. Si era tonta, todo lo que hacía estaba bien.

Sólo una vez hizo un comentario consecuente y acorde a lo que pensaba. Y todos se enfadaron porque no entendían las palabras o porque pensaban que las decía por vanidad y puro afán de destacar.

Ahora se limitaba a mirar entre sus gafas mal graduadas y a guardar silencio.

Calla tanto que, a veces, le sangra la garganta o le salen lágrimas por las comisuras de los labios.

Vive en una pensión por Antón Martín y trabaja como suspiradora. Pone suspiros en los espacios radiofónicos en blanco. Ha subido mucho la audiencia en su programa.

Ahora se siente realizada. No es necesario que hable. Con el suspiro, ha encontrado su medio fundamental de comunicación. Es el sonido en el silencio. La palabra callada.

Suspira y calla. Suspira y sufre.

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