domingo, 28 de noviembre de 2010

Madam B.

La que fue mi profesora de teatro hace años, nos contó esta historia.

Una mujer de su pueblo había limpiado toda la casa escrupulosamente, había recogido y planchado toda la ropa de su marido e hijos. Se había puesto un whiskey, se lo había tomado y se había quitado vida con la escopeta de caza.

No era lo significativo de esta historia el haberse quitado la vida. Sino cómo. Esa mujer no había bebido en su vida. Decidió irse de este mundo, de esta sociedad, haciendo lo que hace una mujer. Lo que los esquemas sociales habían marcado cuando nació mujer. "Sí, no te preocupes que yo limpio, que es lo que tengo que hacer, ya lo sé. Me voy a ir sin una tachadura, yo siempre he hecho lo que tenía que hacer. Y hoy lo haré mejor que nunca". Pero tomó un wiskey, que nunca había tomado. No cambió de idea ni con el efecto alcohólico de euforia y felicidad que la bebida pudo causarla.  Lo tenía muy claro. "Me voy haciendo todo lo de una mujer y tomando un whisky. Por una vez, haciendo algo como un hombre".

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